Las respuestas a los desafíos
Las comunidades tradicionales de la Amazonía tuvieron que adaptarse al período pandémico y desarrollar estrategias para enfrentar los desafíos del COVID-19.
Comunidades indígenas, extractivistas, pescadores artesanales y quilombolas, por ejemplo, rescataron conocimientos y prácticas antiguas, aprendieron otras técnicas de agricultura y con la venta de sus productos agroforestales, fortalecieron las iniciativas comunitarias y sus expresiones culturales y artísticas.
Las escuelas de estos territorios buscaron ser un punto de apoyo en la comunidad, aun con la alteración de la rutina y la dinámica escolar provocada por la pandemia, que forzó el cambio de la enseñanza presencial a la remota, en una región donde, en ese momento, el acceso a internet era limitado.
Las comunidades escolares de Flora y Resex se unieron y se reinventaron
Hubo un gran empeño de todos para que la enseñanza de los niños y adolescentes no se interrumpiera o se minimizaran sus impactos. Otro factor importante que exigió el momento de la pandemia fue la articulación y reorganización para garantizar el acceso a la merienda escolar, dado que la seguridad alimentaria de los niños en las escuelas es un derecho garantizado por la ley en Brasil y constituye un apoyo importante para las familias de la región. Para ello, se realizaron movilizaciones conjuntas para la entrega de los suministros, que en ocasiones provenían de instituciones públicas como las Secretarías Municipales de Educación (SEMEDs) de Santarém y Belterra y del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), con sede en Santarém, y en otras ocasiones de redes de donantes y movimientos sociales para las comunidades.
Se desarrolló un esquema durante el período de confinamiento para que los estudiantes recibieran el material pedagógico personalizado. Los profesores elaboraron cuadernos hechos a mano y/o impresos con actividades quincenales. Los responsables de los estudiantes se dirigieron a la escuela para recoger el material y recibir instrucciones sobre cómo transmitir la información y el contenido a sus hijos.
Después de que los estudiantes realizaran las actividades en casa, los padres o tutores regresaban a la escuela para entregar la tarea hecha. El procedimiento creado intentó seguir las orientaciones de seguridad e higiene para evitar la contaminación por Covid-19. Se supone que con este proceso, los padres, madres o tutores se empoderaron frente al aprendizaje de sus hijos, con posibilidad de aprendizaje y revisión del contenido escolar, dado que muchos de los padres no tuvieron la oportunidad de estudiar o incluso de alfabetizarse. Muchos profesores informaron un aumento en la cercanía con los padres o tutores y un mayor reconocimiento por parte de ellos en relación con la importancia y valoración de su trabajo como educador. Con el avance de la pandemia, las escuelas tuvieron acceso a internet, lo que modificó tanto la comunicación como el propio papel de la escuela para los jóvenes.
Se observó que el confinamiento también acercó a todos a las redes sociales y el movimiento indígena, así como a los pueblos tradicionales, ganó fuerza. Surgieron nuevas lideranzas juveniles y ganaron visibilidad a través de las redes sociales, y la capacidad de articulación entre grupos se vio potenciada. Muchos profesores también se beneficiaron. La necesidad de desarrollar materiales para sus estudiantes llevó a muchos a comprar computadoras portátiles y a entrar en la era digital, accediendo a internet y ampliando sus oportunidades de capacitación, como cursos y conferencias en línea.
Fortalecimiento del conocimiento indígena y quilombola: medicina natural y ancestral
Muchas comunidades reforzaron el conocimiento sobre los tipos y preparaciones de alimentos que ya no se consumían, así como sobre remedios basados en hojas y raíces del bosque, y los utilizaron como medida preventiva y en el tratamiento de la enfermedad durante toda la pandemia. De esta manera, la pandemia impulsó la solidaridad y el uso de la medicina natural y tradicional. Por ejemplo, muchos habitantes del territorio quilombola de Abacatal, en Ananindeua (PA), comenzaron a usar jarabes y tés naturales como forma de prevenir e incluso tratar la COVID-19. Ante la imposibilidad de comprar medicamentos ya preparados en las farmacias de la ciudad, muchos quilombolas recordaron recetas y retomaron la producción de remedios naturales. El interés por el conocimiento de la medicina tradicional fue despertado en muchos jóvenes de las comunidades, aumentando el intercambio con los mayores y rescatando conocimientos que no estaban en los libros ni en internet.
Aprendiendo otras formas de cultivar y vender alimentos
Plantación de múltiples cultivos
Las comunidades aprendieron otras técnicas de agricultura y agroforestería. El sistema agroforestal (SAF) es un modelo que asocia la plantación de árboles con cultivos agrícolas y, a veces, con animales, de manera simultánea o secuencial. Es capaz de producir alimentos y materias primas, generar ingresos para los agricultores, además de contribuir a la recuperación ambiental. Estas actividades se realizaron en forma de plantación de cultivos múltiples e involucraron la participación de toda la aldea durante el período de aislamiento.
Venta de alimentos mediante un sistema de canastas
Durante la pandemia, los quilombolas de Abacatal prepararon canastas básicas con productos del territorio y las vendieron a iniciativas externas. Los alimentos de las canastas del quilombo alimentaron a numerosas familias en la periferia urbana de Belém, ya que formaban parte de la campaña de ayuda llevada a cabo por Cáritas, que es una organización de acción social de la Iglesia Católica. Esta organización se aseguró de que las canastas fueran variadas en cuanto a los productos ofrecidos. La logística para la entrega de estas canastas siguió el mismo esquema utilizado para la venta de pulpa de frutas, una importante cadena productiva que ya formaba parte de la economía de la comunidad antes de la pandemia. Cáritas organizó la fecha y el horario para la recolección de las canastas en la puerta del quilombo, y solo un representante del grupo que contribuyó con las canastas acompañó la recolección. Una vez más, las asociaciones con “los de fuera” del territorio trajeron buenas contrapartidas para la comunidad.
Iniciativas de las comunidades
Brigadas comunitarias de brigadistas
Desde 2017, las brigadas comunitarias de brigadistas se han consolidado como una estrategia fundamental para prevenir y responder a los incendios forestales en la Resex. Estas brigadas, iniciadas y dirigidas por miembros de las propias comunidades en colaboración con el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), realizan actividades que incluyen la monitorización y asistencia en el uso de quemas agrícolas en los campos dentro de sus propias comunidades, el mantenimiento y monitoreo de cortafuegos en los campos, y la respuesta rápida a incendios fuera de control dentro de sus comunidades y en otras áreas de la RESEX. Las brigadas de la RESEX también trabajan junto con brigadas voluntarias y organizaciones de la sociedad civil de otras áreas protegidas cercanas, como las Brigadas de Alter, y los brigadistas de la FLONA Tapajós y PAE Lago Grande, coordinando sus operaciones estrechamente con la oficina regional del ICMBio.
Este tipo de acción entre instituciones locales y federales, con el apoyo de las comunidades, es un ejemplo de una estructura de gobernanza que permite caminos para la prevención y acciones adaptativas co-creadas y desarrolladas de forma colaborativa y proactiva.
Desarollo de habilidades artísticas
Artesanía
En el quilombo de Abacatal, por ejemplo, surgió un grupo de artesanas durante la pandemia. Las mujeres vieron y ven el arte como una expresión de su creatividad, un placer al hacer artesanía, respeto por las habilidades de cada una e inspiración para crear cosas nuevas. Durante el período pandémico, las Arteiras comenzaron a fabricar sus biojoyas. Cada una se dedicaba a lo que más le gustaba crear: coser, tejer atrapasueños, hacer velas recicladas, dibujar, hacer pendientes y pulseras.
Producción de licores
Las mujeres de Abacatal también empezaron a producir licores artesanales, como respuesta a las dificultades económicas causadas por la pandemia. El grupo “Iyá Pretas - licor y arte” surgió con siete mujeres. Ellas aprendieron a elaborar licor y a decorar las botellas. La iniciativa se motivó para ayudar principalmente a madres solteras de la comunidad. Los licores, hasta hoy, se elaboran con frutas, hojas y raíces regionales producidas en el propio quilombo, como jengibre, maracuyá, açaí, cupuazú, jenipapo y jambu. El proceso de producción ayudó a su salud mental, ya que era una forma de olvidar la pandemia.